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domingo, 5 de diciembre de 2010

Cuento del Perro Fernando - Resistencia - Chaco

Cuento del Perro Fernando - Resistencia - Chaco

"Después la vida siguió, como siempre sigue, pero esa Navidad ya no fue igual"
UN CUENTO DE NAVIDAD:
EL PERRO FERNANDO  
  

Cualquiera que haya visitado esta ciudad sabe que uno de los iconos de
Resistencia es el Perro Fernando. Un cuzquito blanco que vivió en los años 50,
tuvo un oído musical perfecto y es todavía, junto con las casi 500 esculturas de
sus veredas arboladas, algo así como la representación simbólica de la capital
del Chaco.
Dicen que su dueño fue un cantante de boleros que un día recaló en la ciudad y
se llamaba Fernando Ortiz, aunque otra versión atribuye el nombre al patrono
departamental: San Fernando, venerado por los primeros inmigrantes friulanos con
el aditamento “de la Resistencia”.La leyenda dice que este alegre perrito se
ganó la admiración y el amor de todo un pueblo por su excepcional oído musical.
No había fiesta de casamiento, cumpleaños, carnaval o concierto al que Fernando
no entrara para sentarse junto a las orquestas, o a los solistas, y darles su
aprobación meneando la cola o, tras parar las orejas ante el más mínimo furcio,
soltar gruñidos y hasta aullidos desaprobatorios. Y en las Navidades su
presencia en una casa era siempre buena señal. Era fama que jamás se equivocaba,
y los mismos músicos solían aceptar que, en el momento señalado por Fernando, en
efecto habían pifiado una nota. Lo que los oídos humanos no advertían, el
perrito, implacable, lo denunciaba. Y no había músico que se atreviera a impedir
su entrada ni a expulsarlo, porque toda la ciudad confiaba ciegamente en su
oído. Fernando fue como un gorrión de cuatro patas, popular y amado, y acaso por
eso mi madre decía que de no haber sido Resistencia una ciudad de morondanga,
otra que Edith Piaf.
 Los fines de semana, inexorablemente, Fernando recorría fiestas a su antojo y
obviamente sin invitación. Nadie disponía de su agenda, y su presencia era
imprevisible. Pero era tal honor que llegara a un festejo que después, seguro,
los organizadores o dueños de casa fanfarroneaban por la visita. Yo era chico y
casi todas las tardes acompañaba a mi papá al Bar La Estrella, donde los hombres
charlaban y jugaban al truco o al tute, y todo el tiempo se escuchaban tangos y
conciertos en la enorme radio que los japoneses ponían sobre el estaño. Y ahí
estaba, digno y sereno, escuchando atentamente mientras comía maníes bajo alguna
mesa, o echadito al sol en las veredas amplias, el perrito que todos decían que
habría merecido más que ninguno ser el icono de la RCA Victor. Cuando llegaba el
verano, los preparativos navideños se hacían en esas mesas deliciosamente
organizadas: aquí los peronistas con Don Chacho Bittel y sus eternos ministros,
algunos de los cuales fueron campeones de tute cabrero y otros en el arte de
hacerse ricos a costa de todos. Allá los radicales del Bicho León, mirando al
poder como algo siempre lejano.
 Y junto a aquella ventana los socialistas, encabezados por el prócer chaqueño
Guido Miranda, historiador y periodista. También se sentaban, a otras mesas,
empresarios, contrabandistas, médicos distinguidos, abogados charlatanes y
buscas de todo pelaje.
El Bar La Estrella era como un mercado persa y allí Fernando, el cuzquito
melómano, recibía raciones que completaba en su diario vagar por otros bares
como el Sorocabana, frente a la plaza,que era el más lindo y hoy es un patético
edificio que en cualquier momento puede ser demolido. Creo que fue la Navidad
del ‘57, o el ‘58, cuando visitó Resistencia un famosísimo pianista polaco, de
apellido Paderewsky. Ofreció un concierto único en el Cine Teatro Sep, el más
importante de la ciudad, y por supuesto mis papás me llevaron.  
La sala estaba repleta y Fernando se acomodó bajo el piano de cola (los
organizadores siempre explicaban a los músicos visitantes la ineludible
presencia del cuzquito) y a la vista de más de mil personas se diría que
Paderewsky y él comenzaron el concierto. Nunca olvidaré la impresión de aquel
público cuando, en medio de una sonata de Beethoven, de pronto Fernando se puso
de pie alzando las orejas y soltó un gruñido.
 Pareció que el mundo se detenía, pero Paderewsky, todo un profesional, siguió
como si nada.
Sin embargo, hacia el final del concierto, nuevamente el perrito sacudió las
orejas y miró fijo al pianista como diciéndole oiga, la está pifiando. Entonces
Paderewsky, con europea elegancia, detuvo sus manos, miró al perrito y le dijo,
en duro castellano:
“Tiene razón, equivoqué dos veces”.  
E hizo un dacapo y repitió la sonata, que le salió perfecta. El concierto acabó
con una ovación, un par de bises y el discreto mutis de Fernando, que, se dijo
después, tenía esa noche dos casamientos y un cumple de quince.  
Cuando Fernando murió, toda la ciudad lo lloró desgarrada. Creo que fue en el
‘59, apenas iniciado el gobierno de Frondizi. Lo que recuerdo perfectamente fue
el solemne entierro del animalito en la calle Brown al 350, en la puerta del
entonces flamante edificio de una institución cultural llamada “El Fogón de los
Arrieros”.
Miles de personas cubrieron la calle, las veredas y los balcones hasta más allá
de las dos esquinas. Toda la ciudad estaba allí, despidiendo a su perrito.
Después la vida siguió, como siempre sigue, pero esa Navidad ya no fue igual
porque a la hora de los tangos no estaba el perrito de la ciudad para aprobar
música y danza. Y para mí fue la primera Navidad en la que me faltó alguien que
amaba.Hoy en Resistencia hay tres esculturas que evocan a Fernando. La que se
supone mausoleo oficial está todavía sobre la calle Brown. Otra está como
escondida bajo un manto de chibatos en la avenida Avalos , cerca del Club de
Regatas. Y la tercera, que es la más grande y pretenciosa, y que creo que
inauguraron los milicos durante la dictadura, está en una esquina de la Casa de
Gobierno y frente a la Plaza. Curiosamente –así funciona el humor involuntario–
tiene la cola alzada y apunta el culo hacia las ventanas de la gobernación.
 Sólo ahora advierto que han pasado más de cuarenta años y este texto me parece
triste. Debe ser la Navidad, que siempre lo llena a uno de nostalgias.
Mempo Giardinelli


EL PERRO FERNANDO, LA MASCOTA DE RESISTENCIA
 
Fernando fue un perro común que se ganó un lugar en la historia y el corazón de
los chaqueños.Poseía un instinto particular que lo hizo amigo de todos los
habitantes , su figura era popular y no había reunión social o artística que no
contara con su simpática presencia silenciosa como si gustara y disfrutara del
espectáculo . Sobre él se escribieron varias notas en diarios y revistas del
país y del extranjero y hasta mereció un comentario de Arturo Barea por la BBC
de Londres . Tenía por costumbre cumplir meticulosamente sus recorridos , nunca
faltaba a la Plaza Central donde cumplía una de sus grandes pasiones "perseguir
gatos". Una de sus rutinas diarias era ir al Banco Nación donde se hacía
presente a las 6 de la mañana para ingresar junto a los empleados y desayunar
con el gerente . El perro tenía acceso irrestricto a cines y espectáculos y si
la función no era de su agrado se retiraba orgullosamente. Al día siguiente el
comentario de la función dependía de lo que había hecho el can.
En la mañana del 28 de Mayo de 1963  lo encontraron moribundo frente al Banco
Español hoy Río, horas después Fernando entraba en la historia. Más de un
negocio bajó sus puertas , la Banda Municipal interpretó  marchas fúnebres. Las
casas cerraron las ventanas en muestra de respeto hacia un animalito que había
conquistado a toda una ciudad.
 Fernando es el único perro que tiene dos obras en la "ciudad de las esculturas"
. A fines de Mayo suelen aparecer anónimas ofrendas de flores al pie de las
estatuas, una ubicada en la entrada al Fogón de los Arrieros y la otra frente a
la Casa de Gobierno.
Agradezco a Ruth que me hizo conocer esta bella historia...y así poder
compartirla con ustedes.
Cris Carbone

Fuente: El perro Fernando <http://www.rinconde lpoeta.com. ar/cuento_ fernando. htm>

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